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Paloma de Cendra Soy esposa y madre de 4 hijos. Psicóloga y Terapeuta Individual, de Pareja y de Familia. Trabajo en la consulta con el Dr. Poveda, colaboro en un COF, soy Perito del Tribunal de la Rota, profesora en la UNIR y escribo artículos en Hacer Familia. También tengo un blog ¡Qué bello es vivir!, cuyo objetivo es recordarnos lo que somos alrededor de una idea sencilla y grande a la vez: ver lo que serían otros si nosotros no fuéramos. Es un canto de amor a la vida y a la esperanza. Mi vocación es la persona y sus relaciones, el matrimonio y la familia. Me apasiona mi trabajo, soy feliz con mi familia y con las familias que se ponen en mis manos. Vivo dando gracias

Las normas fomentan las virtudes, y a su vez las virtudes (el orden, la generosidad, la reciedumbre, etc…) construyen a la persona y posibilitan la formación de comunidades humanas en las que reina la concordia, el respeto y la búsqueda de la excelencia. Es tarea primordial de los padres formar a sus hijos para que sean personas virtuosas, y las normas son instrumentos que les ayudan a conseguirlo. Lo cual es equivalente a decir que los hijos tienen el derecho a ser amados y a ser educados mediante normas que fomenten una convivencia familiar feliz en la que puedan desarrollarse plenamente en verdad y libertad. Pero existe el riesgo de que los hijos perciban las normas como límites a su libertad y las rechacen, dificultando la consecución de su fin último. Por ello es bueno realizar una serie de reflexiones que nos ayuden como padres a no errar el tiro en un asunto tan importante.

¿Por qué las normas son buenas y necesarias?

  • Ayudan a los hijos a crecer en virtudes y convertirse con el tiempo en personas de bien.
  • Proporcionan seguridad y protección a nuestros hijos, pues les permite saber qué se espera de ellos en cada momento y lugar.
  • Fomentan en los hijos la tolerancia a la frustración, que es la capacidad de aceptar con naturalidad que no siempre es posible obtener lo que uno desea.
  • Fomentan una convivencia ordenada y gratificante en la familia y en las demás comunidades humanas.
  • Previenen la realización en el futuro de conductas de riesgo.

Los niños que crecen sin normas no tienen referentes para ordenar y organizar su vida.

¿Cómo deben ser las normas?

  • Claras. Los hijos deben saber qué es lo que se espera de ellos y qué clase de consecuencias habrá en caso de no cumplirlas.
  • Posibles de cumplir, ajustándose a la realidad, edad y madurez de los hijos.
  • Aplicadas con coherencia y consistencia, con independencia de factores como los estados de ánimo. Las excepciones tienen que estar justificadas, limitadas y explicadas.
  • Formuladas en positivo.

¿Cómo fijar las normas y cómo transmitirlas?

El gran reto para los padres es cómo conseguir que los hijos perciban correctamente la bondad de las normas y acepten la importancia de regirse por ellas en la vida diaria.

El primer paso es que los padres decidamos qué queremos para nuestros hijos. Una buena comunicación entre los cónyuges facilitará el acuerdo incluso cuando existen puntos de vista diferentes.

El segundo paso es fijar las normas que permitirán alcanzar los objetivos deseados. Es útil distinguir entre tres tipos de normas: (i) principales; (ii) secundarias; (iii) accesorias.

Las normas principales son aquellas sobre las que se construye el edificio normativo, y por tanto actúan como principios generales y fundamentales. Han de ser pocas y muy claras, y de cumplimiento obligado en todo momento. Un ejemplo es el respeto a los demás.

Las normas secundarias han de ser poco numerosas y claras, aunque pueden ser matizables y su cumplimiento puede ser objeto de negociaciones a la luz de otras prioridades. Un ejemplo puede ser la hora de llegada a casa o la paga.

Las normas accesorias suelen estar relacionadas con tareas del hogar, como la limpieza o la recogida de la mesa. En muchas ocasiones pueden negociarse sin afectar gravemente al funcionamiento familiar.

El tercer paso consiste en transmitir a los hijos el conjunto de normas que guiarán la vida familiar. Es importante que los hijos perciban una posición sólida y compartida por ambos padres, y que entiendan el sentido y bondad de las normas más allá de la dificultad de su cumplimiento.

Finalmente, puede ayudar la creación de un cuadro-resumen que podrá colocarse de manera visible en algún lugar de la casa para que todos puedan consultarlo con frecuencia. Este pequeño ejercicio nos ahorrará muchas dudas, preguntas, despistes… ¡Y muchos enfados!

¿Cómo fomentar el cumplimiento de las normas en el hogar?

Para que las normas sean eficaces es esencial que los padres estemos convencidos de su valor y que creen un clima agradable en el hogar.

Para ello, es importante adoptar un enfoque equilibrado frente a las normas y su cumplimiento, evitando los extremos de la permisividad total y el control absoluto. Es importante mantener la firmeza, pero graduándola en función de los diferentes tipos de normas, y recordando que las secundarias y accesorias permiten la negociación. También es necesario recordar la importancia de las normas de manera periódica, siempre de forma positiva y acudiendo a explicaciones y ejemplos que sean comprensibles y atractivos para los hijos. Esto nos permitirá además ir adaptando las normas a su proceso de maduración.

Cuando las normas no se cumplen:

Partiendo de la base de que para alcanzar la plenitud personal es necesario ajustarse a un modelo normativo, se puede entender la importancia de apoyar constantemente a los hijos en la difícil tarea de guiarse por dicho modelo. Ello supone felicitarles cuando lo consiguen y animarles cuando fallan. Más allá de la reacción inmediata frente a un determinado comportamiento, será importante recordar que el objetivo de ajustarse a las normas es el de alcanzar la vida buena. Esto supone reconocer que los actos tienen consecuencias a medio y largo plazo. Cuando un hijo incumple una norma, es necesario no perder de vista los objetivos a largo plazo. Aquí entra en juego la posibilidad del castigo, cuya aplicación requiere de inteligencia, firmeza y ternura. Analicemos algunos aspectos importantes del castigo y su aplicación:

  • Nunca tiene como objetivo humillar o descalificar a nuestros hijos. Tenemos que explicar cuál es el motivo del castigo.
  • No puede ser el primer o único método que se utilice para llevar a cabo y conseguir el aprendizaje de las normas.
  • Ha de aplicarse de forma cercana en el tiempo a la conducta que se haya realizado.
  • Ha de estar relacionado con lo que se ha hecho, tiene que ser proporcional y tiene que tener un principio y un final.

Un castigo inadecuado no permitirá aprender a los hijos, puede desanimarles y llevarles a cumplir con la norma por temor y no por convicción.

Para concluir

Dos grandes autores de la antigüedad nos han dejado unas reflexiones que nos pueden ayudar a tener éxito en esta tarea tan importante y delicada:

1- “Guarda el orden y el orden te guardará a ti” (S. Agustín):

El orden es una virtud primordial que está en el origen de otras muchas virtudes. Ayudar a nuestros hijos a ordenar su cabeza, les llevará a ser capaces de ordenar lo exterior, pero sobre todo, a ser más virtuosos, organizados, y más capaces de aprovechar bien su tiempo.

2-“El que es bueno en la familia, es también buen ciudadano” (Sófocles):

Ese primer establecimiento de normas en casa es imprescindible para aprender a convivir en sociedad. No sólo nos hará mejores en la familia, sino que también nos convertirá en mejores ciudadanos.

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